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Para Carlos Valle el auge tecnológico ha permitido
el desarrollo de un sistema global de vigilancia que ha llegado a ser
uno de los temas clave de la comunicación internacional.
Por Carlos Valle *
Una
reflexión sobre la dialéctica entre lo global y lo local puede ayudar a
desarrollar una nueva comprensión del lugar de la comunicación en
nuestro propio contexto. Hoy sabemos, por ejemplo, que con lo sucedido
en la guerra del Golfo en 1991 se ha experimentado, de una manera
acabada, lo que significa el control de la comunicación en el ámbito
global. El conglomerado político-militar estableció las reglas del juego
para la comunicación, y los medios debieron ajustarse a ellas. Por las
así llamadas razones de seguridad, los principios del libre flujo de la
información fueron suspendidos. La libertad de expresión fue controlada
aduciendo protección y preservación. Pero ha sido demostrado que se ha
experimentado una comunicación que ha sido utilizada para crear fantasía
en lugar de informar al público sobre la situación real. La censura
ejercida añadió una nueva dimensión, como afirmó Knightley: “Cambió la
percepción de la naturaleza misma de la guerra”.
Frente a esta realidad son muchas las preguntas que se agolpan. ¿De
qué manera esto afecta y determina la comprensión de otros hechos
posteriores? ¿Se han intensificado las limitaciones a la información?
¿Hay garantías de una información veraz? ¿Se es hoy más consciente de
esa realidad? ¿De qué manera la comunicación masiva que se recibe
influencia la comprensión de lo que sucede en el mundo, y cómo determina
la visión del ámbito local y global? ¿De qué manera las fuentes de
información masiva refuerzan prejuicios, oscurecen la realidad sobre
situaciones que difícilmente ganan los titulares de la prensa y obvian
su imagen? La tensión entre lo global y lo local en relación con las
comunicaciones está determinada, en buena parte, por la elevada
concentración de la propiedad de los medios en el ámbito internacional.
Los medios están tan imbricados en la estructura socioeconómica de las
sociedades afluentes que no hacen otra cosa que reflejarla, estimulando
el individualismo, los valores consumistas y el relativismo ético y,
para ello, tienden a ser manipuladores, apelar a los sentimientos y
reafirmar la cultura dominante.
Baste un ejemplo.
El auge tecnológico ha permitido el desarrollo de un sistema global
de vigilancia, que ha llegado a ser uno de los temas claves de la
comunicación internacional. Sus orígenes se remontan a comienzos de la
posguerra y hoy, gracias al enorme desarrollo de la tecnología, se ha
puesto en marcha una nueva teoría de la seguridad. Sandra Braham, quien
ha hecho una seria investigación del tema, considera que la nueva teoría
de la seguridad está basada en cinco hechos. Uno: las fronteras
geopolíticas de las naciones han perdido importancia para los propósitos
de la seguridad nacional. Dos: la noción de seguridad nacional ha sido
extendida más allá del ámbito militar para incluir los ámbitos
comerciales y penales. Tres: la distinción entre ámbito público y
privado ha sido eliminada. Cuatro, la nueva teoría de la seguridad,
destacando el carácter efímero de la defensa, pone énfasis en la
recolección y procesamiento de la información y en el desarrollo de
formas organizativas para lograrlo. Cinco: la nueva teoría de la
seguridad se apoya, especialmente, en la infraestructura global de la
información, en forma particular con el sistema global de vigilancia.
En la consideración de éstas y otras preguntas habrá que indagar
sobre el lugar que los seres humanos juegan en todo el desarrollo de la
comunicación global. Porque, en último término, son las personas las
afectadas por las decisiones que países hegemónicos o grupos de poder
toman en el ámbito global. Al mismo tiempo, deberá tenerse en cuenta
cómo las regulaciones en el ámbito internacional pueden afectar las
posibilidades de una creativa y saludable comunicación.
Este nuevo panorama de relaciones y tensiones dinámicas entre lo
global y local que vive hoy el mundo, claramente ilustrado en el ámbito
de las comunicaciones, tiene que ayudar a poner en consideración nuevos
paradigmas, si es que verdaderamente se quiere responder a los desafíos
presentes. De lo contrario se estará dándole la espalda a la realidad
del mundo y de la gente.
* Comunicador social. Ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas
Fuente: Página 12
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